En Octubre de 2000 salió publicado en Bogotá un libro singular, titulado Esvástica de sangre. La singularidad en primer lugar residía en el título, en el hecho de que se trataba de un libro de cuentos y que había sido escrito por un autor venezolano, nacido en España y publicado en Colombia. Si a ello sumamos que la editorial Norma que lo publicó no existe al día de hoy, veremos que la singularidad se cierra. Tampoco existen los premios que ganaron dos de los cuentos. Casi pudiéramos decir que es un libro fantasma, como casi todos. Pero para eso, para luchar contra el olvido, nos acercamos a su autor. Porque para él sí que existe el libro y, sobre todo dos personajes inolvidables que nacieron en sus páginas: el periodista Castelmar y el comisario Dávila.
Fue la presentación en sociedad de Eloi Yagüe Jarque (Valencia de España, 1957) como escritor de relatos policiales o que recrean las atmósferas de la novela negra. Desde ese momento Yagüe ha publicado siete libros de cuentos y cinco novelas, la mayoría en la línea policial.
–Sí, bueno, a partir de ahí me pusieron la etiqueta de escritor de novela negra. Pero mi primer libro, El Nexo Vertical (1990) era de cuentos fantásticos.
–Pero es escritor de novela negra, ¿cierto?
–Sí, claro. Pero no exclusivamente.
–¿Y qué le gusta más escribir cuento o novela?
–Son experiencias diferentes. La novela requiere una mayor planificación, una mayor perseverancia y ciertamente una mayor dosis de paciencia. No descubrí que podía escribir novela hasta pasados los 40 años cuando Planeta me publicó Las alfombras gastadas de Gran hotel Venezuela, que es un policial en regla, aunque algunos le niegan la condición de novela negra.
–Volviendo a la pregunta…
–Gracias por no dejarme desvariar. El cuento me permite una mayor libertad creativa, pone a prueba tanto mi imaginación como mi capacidad narrativa. El cuento es una experiencia límite de la escritura, es un artefacto explosivo que explota o no explota. Lo ideal es que te explote en las manos, si no, no funciona. La experiencia de un cuento, tanto la escritura como la lectura, es fugaz e intensa, como un orgasmo. En el cuento me siento más libre, por eso la mayoría de mis relatos son fantásticos y me encanta el género de terror, me confieso lovecraftiano.
Esvástica de sangre consta de trece cuentos. Dos de ellos fueron premiados internacionalmente. El primero, el que le da título al libro, fue finalista en 1995 del Premio Carlos Castro Saavedra de Medellín, un premio que ya no existe; el segundo, La inconveniencia de servir a dos patronos, obtuvo en 1998 el Premio Juan Rulfo, de Radio Francia Internacional, al mejor relato policial. Otro premio que desapareció.
–Este premio, tampoco existe ya porque los familiares de Rulfo interpusieron quejas o demandas Pero en aquel momento existía con ese nombre y la Semana Negra de Gijón, patrocinaba ese premio, que se otorgaba al mejor relato policial. Era bastante prestigioso. En su versión general lo ganó el escritor venezolano Salvador Garmendia, tuve el honor de que presentara mi libro en la librería Macondo, en Caracas.
–¿Por qué cree que su cuento ganó un premio tan concurrido?
–La inconveniencia… es un cuento bastante latinoamericano. Es decir, irreverente y desenfadado. Surgió como un esquema: el guardaespaldas del mafioso A es contratado por el mafioso B para matar a su jefe; cuando lo va a hacer, el mafioso A dobla la suma para que mate al mafioso B, y así sucesivamente. Para finalizar con el absurdo, propongo al lector cuatro finales, aconsejado por Borges, más un bonus track. Lo que comenzó como un divertimento se convirtió en un cuento donde exploro una situación absurda pero muy latinoamericana. Y el lenguaje, desde luego, es también muy musical, todos los nombres tienen la che: Chancho, Cachano, Charito, y así sucesivamente. Me inspiré, y no tengo problema en admitirlo, en varias canciones. Por eso tiene tres epígrafes: el de Café Tacuba (Chilanga Banda), el de Desorden Público (Plomo revienta) y el de León Gieco (Ojo con los Orozco).
–¿En qué consistió el premio?
–Fue el viaje y estadía en la Semana Negra de Gijón de 1999, organizada por Paco Ignacio Taibo II. Allí tuve oportunidad de conocer a escritores españoles y latinoamericanos como Mariano Sánchez, Javier Abasolo, Juan Antonio de Blas, el cubano Justo Vasco, el periodista colombiano Germán Castro Caycedo, entre otros. También el premio anterior, el Carlos Castro Saavedra, me permitió viajar a Medellín, en los años duros del sicariato. Pero fue una gran experiencia porque cuando llegué a la Biblioteca Pública Piloto mi primera sorpresa fue que el libro con los cuentos ganadores y finalistas ya estaba publicado, la segunda era que había una larga cola de gente para que le firmara el libro y la tercera es que me pedían el autógrafo con un enorme respeto y me llamaban “Maestro”. Fue muy estimulante, era la primera vez que me sentí escritor de veras.
–Y escritor policial, porque en Esvástica… nací yo.
–¡Claro!, Ahí nació Fernando Castelmar, mi personaje serial, mi alter ego, periodista que investiga crímenes muy a su pesar.
–Ya, me metes en cada problema... En Esvástica… caigo en manos de un neonazi loco que me tortura. Disculpa que te tutee, pero ya que eres mi padre…
–Vale, pero no te quejes, al final siempre te salva Dávila. Como en Las alfombras gastadas del gran Hotel Venezuela y en Cuando amas debes partir.
–¿Por qué escogiste un periodista como personaje serial?
–Porque los periodistas se la pasan husmeando, tienen mucha movilidad y manejan mucha información. Dávila es su complemento, el hombre que empuña el arma y no vacila en usarla cuando es necesario, una rara avis pues es un policía honesto.
–¿De dónde salió la idea del cuento?
–Debo confesar que de un cuento de Borges, La muerte y la Brújula, me fascinó la idea de unos asesinatos rituales dibujados en el mapa de una ciudad. Así que tomé un mapa de Caracas y dibujé encima una esvástica. Generalmente la muerte en Caracas es una situación vulgar, repetitiva, pero esto le daba un nuevo enfoque; el enfoque ritual de un serial killer: Weintraub, similar a Jame Gumb, alias Buffalo Bill, de El Silencio de los inocentes, película que me impresionó mucho.
–¿Cómo lograste que un autor prácticamente desconocido publicara en una editorial colombiana prestigiosa?
–En primer lugar porque confío en la calidad de mi escritura, que fue luego avalada por los dos premios. Con ese bagaje armé mi libro de cuentos y con el manuscrito bajo el brazo me fui a la Feria del libro de Bogotá. Fue una apuesta arriesgada pues si en Venezuela no me conocía nadie, en Colombia menos aún, aunque había el antecedente del premio en Medellín. Pero yo estaba claro de que si quería internacionalizarme debía ser publicado por una editorial internacional, valga la redundancia. Así que hice tres copias de mi libro (lo que me dio el presupuesto) y lo repartí entre tres editoriales en la Feria de Bogotá. Luego me volví a Venezuela y seis meses después me llamaron de Norma para decirme que me iban a publicar el libro. Esta anécdota la cuento para que los jóvenes escritores no se desanimen. Lo primero es escribir bien, lo segundo es armarse de paciencia porque si tu trabajo es bueno, la recompensa llega tarde o temprano.
También tuvo que pedir prestado para enviar La inconveniencia… por correo a París, pues era costoso. Le pasó algo similar a García Márquez cuando mandó Cien años de soledad a la editorial Sudamericana, en Buenos Aires, y no tenía el dinero para enviarla completa (350 páginas) así que mandó la mitad. Pero Yagüe tuvo la ventaja de que era un cuento y no una novela y no le pasó lo del Gabo, que se equivocó y mandó la segunda parte en lugar de la primera. Lo demás es historia.
–Entonces, finalmente, ¿te arrepientes de que te consideren autor de novela negra?
–No me arrepiento de nada de lo que he escrito, aunque admito que hay libros que me gustan más que otros. Estoy en la edad en que un escritor debe reflexionar sobre su obra, como aconsejaba Cortázar, y estoy consciente de lo bueno y lo menos bueno. Lo interesante de la novela negra es que exige una estructura narrativa rigurosa, que no permite el desvarío ni la retórica: una vez que se descubre un cadáver comienza una investigación y tiene que haber un resultado, de lo contrario el lector tirará el libro por la ventana. Ahora más que nunca la novela negra tiene vigencia porque la corrupción impera en Venezuela y en el mundo. Por lo tanto vaticino: Volveré a la novela negra.
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